Desde Jack Thompson, abogado y activista antiviolencia en videojuegos, hasta la asociación de padres de Vilagarcía de Arousa, y especialmente entidades de este último tipo, levantaron su voz contra este proyecto de Rockstar Games que generó no pocos reportajes sobre la influencia de los videojuegos en la sociedad, para luego difuminarse apaciblemente en lo que parecía ser una cancelación para evitar más acusaciones de apología del acoso escolar.
Bully nos pone en la piel de un muchacho problemático que, a base de trastadas y expulsiones de otros colegios, acaba en la Academia Bullworth, un reformatorio muy peculiar donde tendrá que aprender a sobrevivir. El mundo del juego es similar al de un clon de GTA, pero evidentemente más pequeño y se reduce al colegio y algunos de sus alrededores. Y la “fauna” incluye los monitores, que hacen la función de policía, y cinco tribus con las que tendremos que convivir: los atletas, los pijos, los macarras, los abusones y los empollones (¿qué hacen en un reformatorio?).
Todos ellos, tanto las “tribus sociales” como las diferentes figuras de autoridad con las que tendremos que tratar, están fuertemente estereotipados, especialmente el director del colegio.
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